Bienvenidos al Blog del Partido Comunista del Municipio Los Guayos

El Material presentado en este Blog tiene como propósito ayudar a la formación de los camaradas de nuestro partido publicando temas vinculados con el momento que estamos viviendo. Para la ayuda de los camaradas visitantes estamos incluyendo etiquetas, las cuales los ayudaran en la localización del tema de su interes; los temas también están ordenados por fecha de publicación. En el Blog estamos también indicando el sitio donde lo pueden localizar para que pueda ser bajado de su fuente original y utilizado en charlas o cursos.

viernes, 19 de junio de 2009

"Culto a la Personalidad" del Manual del Marxismo-Leninismo, Academia de Ciencias de la URSS

Tomado del:

Manual del Marxismo-Leninismo

Academia de Ciencias de la URSS

Edición: Grijalbo, Méjico 1960

El culto a la personalidad va contra el marxismo-leninismo.

El marxismo-leninismo afirma que el papel decisivo en la historia corresponde a la actividad y la lucha de clase de las masas populares. Sólo relacionándolo con la lucha de clases, con la actividad de las masas populares, con las necesidades sociales que esta lucha engendra, podemos comprender el verdadero papel de los dirigentes.

Tal concepción de la historia es incompatible con el culto a la personalidad, con la veneración de los dirigentes, a los que se atribuyen sobrenaturales méritos y cualidades. El culto a la personalidad es una ideología contraria al marxismo, que procede de las concepciones del feudalismo y del individualismo burgués.

Al propio tiempo, el culto a la personalidad repercute desfavorablemente en la actuación práctica y se enfrenta con las necesidades e intereses del movimiento socialista.

La desenfrenada exaltación del dirigente y la exageración de sus méritos, quiérase o no, influye nocivamente en las masas y deforma su educación. El culto a la personalidad crea entre las masas la errónea creencia de que las tareas que se plantean ante los trabajadores puede cumplirlas alguno otro, de que la capacidad y los méritos del dirigente dan base a los millones de dirigidos para confiar por completo en el gran hombre, para seguir pasivamente los proyectos e indicaciones del "jefe" que todo lo sabe y todo lo tiene previsto, haciendo así innecesario que los hombres de filas del movimiento socialista piensen por su cuenta, manifiesten iniciativa, creen e influyan activamente sobre la marcha de los acontecimientos. Tales opiniones relajan la conciencia de responsabilidad de cada trabajador por el porvenir y el éxito del movimiento socialista, debilitan en ellos el inapreciable sentimiento de saberse dueños de su destino, que de manera tan rotunda se afirma en La Internacional:

Ni en dioses, reyes ni tribunos

está el supremo salvador,

nosotros mismos realicemos

el esfuerzo redentor.

Más aún. Si de la ideología pasamos a la práctica, el culto a la personalidad reduce y quebranta inevitablemente el profundo espíritu democrático que acompaña orgánicamente al movimiento socialista. Este culto restringe las normas de vida trazadas por la práctica, que ayudan a las masas a incorporarse activamente al movimiento, y a los dirigentes a aprender de las masas, a resumir la experiencia de su actividad y su lucha. En vez de esto surgen otras normas, por las que se conceden al dirigente derechos extraordinarios, que transportan el centro de gravedad de la dirección a las decisiones, indicaciones y directrices individuales. Esto anula no ya el deseo, sino la misma posibilidad de que millones de trabajadores manifiesten iniciativa y desplieguen toda su actividad creadora.

El culto a la personalidad se opone, pues, a la incorporación de las grandes masas a la lucha contra el capitalismo y a la construcción de la sociedad socialista. Y ello es así cuando una de las grandes ventajas del movimiento socialista reside justamente en su capacidad para despertar a millones de trabajadores para la creación histórica. En la lucha por la supresión del capitalismo y la construcción del socialismo es de gran importancia utilizar esta superioridad al máximo. Las tareas del movimiento socialista son tan ingentes que jamás podrá cumplirlas por si solo un individuo, aun dotado de la mayor capacidad, sin la participación activa de las masas populares. Ni el mayor de los genios puede reemplazar al discernimiento colectivo de las masas y del Partido; la experiencia personal, aun la más valiosa y completa, no será capaz de sustituir a la experiencia colectiva de millones de hombres; ni la más grande de las hazañas personales podrá suplir la hazaña de las masas trabajadoras que se han puesto en pie para la lucha contra el capitalismo y que construyen el socialismo.

De todo esto se desprende que el culto a la personalidad causa un perjuicio directo al movimiento socialista, por cuanto restringe la posibilidad de poner en juego sus grandes ventajas históricas.

Además, en un ambiente de culto a la personalidad se hace posible la incorporación al movimiento socialista de fenómenos que nada tienen que ver con su naturaleza, accidentales y hasta nocivos, que guarden relación con unos u otros rasgos negativos de determinados dirigentes.

Decíamos antes que una u otra persona se coloca a la cabeza de la clase o del movimiento gracias a determinadas cualidades necesarias. Ellas son las que, en lo fundamental y principal, hacen que los actos de esta persona reflejen las necesidades de la clase o del movimiento que dirige. Pero junto a esas cualidades necesarias, el dirigente puede poseer rasgos personales que, aun siendo secundarios, sean capaces, en determinadas condiciones, de influir desfavorablemente sobre su labor.

J. V. Stalin, por ejemplo, llegó a dirigente gracias a una serie de cualidades personales necesarias para el movimiento socialista, como su fidelidad a la causa de la clase obrera, su gran capacidad como organizador y teórico, su voluntad de hierro y su intransigencia en la lucha con los enemigos. Todo esto le permitió cumplir un señalado papel en el movimiento revolucionario y en la construcción del socialismo en la U.R.S.S., así como en el movimiento obrero internacional.

Pero Stalin poseía otros rasgos de carácter: brusquedad, intolerancia hacia la opinión ajena, una desconfianza enfermiza; también era caprichoso. En condiciones normales, nada de esto podía causar un daño sensible. Lo habrían impedido las normas de vida de la sociedad socialista, del Partido y del movimiento obrero, que imponen la dirección colectiva, un eficaz control de las masas sobre los dirigentes, una amplia democracia para los trabajadores, la crítica y la autocrítica. Mas la situación en que transcurrió la actividad de Stalin no era ordinaria. La construcción del socialismo en un país económicamente atrasado, en unas condiciones de cerco capitalista y de encarnizada lucha de clases y ataques de las corrientes hostiles al Partido, exigía una especial centralización. Stalin trató de llevar esta centralización al máximo, concentrando en sus manos un poder excesivo y violando los principios de la dirección colectiva por los que los Partidos Comunistas se rigen. En tales condiciones, sus rasgos personales negativos comenzaron a ejercer cierta influencia sobre su labor en el Gobierno y en el Partido, y, por tanto, sobre la propia vida del Partido y del país. Así fueron posibles algunos fenómenos profundamente ajenos al marxismo-leninismo y al socialismo como sistema social: abandono de los principios democráticos en cuestiones importantes de la política, graves transgresiones de la legalidad socialista, represiones infundadas, nombramiento para cargos importantes de personas totalmente incapaces y extrañas al Partido que se habían ganado su confianza por su servilismo y espíritu adulador.

Estos fenómenos negativos, se entiende, no alteraron la naturaleza socialista de la sociedad soviética. También en ese período siguió ésta avanzando por la vía socialista, por la vía del robustecimiento de la propiedad social sobre los medios de producción, de rápido incremento de las fuerzas productivas, de ascenso del bienestar, la cultura y la conciencia de los trabajadores. Los pueblos de la U.R.S.S. lograron en este período grandes victorias a pesar de todas las consecuencias negativas del culto a la persona de Stalin. Pero los éxitos habrían sido aún mayores de no ser por los errores de Stalin y por el culto a la personalidad.

Así, pues, el culto a la personalidad es ajeno a todo el espíritu y a las necesidades del movimiento socialista; es incompatible con el marxismo-leninismo. No en vano Marx, Engels y Lenin combatieron siempre toda manifestación del mismo, mostraban una repugnancia fisiológica por la adulación y las alabanzas y en repetidas ocasiones pusieron en guardia a la clase obrera y a su partido contra el peligro que la exaltación y el enaltecimiento de los dirigentes representaban.

Fiel al espíritu de estas tradiciones del movimiento socialista, el Partido Comunista de la Unión Soviética ha emprendido una decidida lucha contra el culto a Stalin, lucha que comprende un trabajo de educación e ideológico y medidas encaminadas a hacer imposible la reaparición del culto a la personalidad, a fomentar la democracia socialista y a restablecer las normas leninistas en la vida del Partido. Esta lucha tiene grandes alcances para todo el movimiento socialista.

La burguesía, y con ella los reformistas y revisionistas de toda laya, han tratado de aprovechar la crítica del culto a Stalin para difamar a la Unión Soviética y al régimen socialista, quebrantar el prestigio moral del Partido Comunista de la Unión Soviética y sembrar la discordia y la confusión en el movimiento obrero. Pero sus intentos han resultado fallidos. Pese a todos los esfuerzos de los servidores del imperialismo, la lucha contra el culto a la personalidad ha traído consigo, en última instancia, un nuevo ascenso del movimiento socialista, que ha visto robustecidas su cohesión y su unidad.

Los partidos marxistas-leninistas han sabido salir también al paso de las concepciones nihilistas que negaban el papel de los dirigentes y de los chispazos anarquistas, atizados diligentemente por los enemigos del socialismo. La reacción siempre se mostró dispuesta a difamar y comprometer a los dirigentes de los trabajadores, considerando que así podría quebrantar y desorganizar el movimiento obrero. Pero las masas, en su inmensa mayoría, comprenden que el prestigio y la popularidad de los dirigentes de la clase obrera no tienen nada de común con la condena que el Partido ha hecho del culto a la personalidad. El prestigio y la popularidad no son sólo una consecuencia legítima de la labor de los mejores dirigentes de la clase obrera. Son también un arma importante del movimiento obrero en la lucha por el socialismo, y así nos lo dice toda la experiencia de la lucha que el proletariado mantiene por su emancipación. Sin dirigentes prestigiosos, vinculados a las masas y populares entre ellas, no hay movimiento socialista organizado, son imposibles los grandes triunfos en la lucha por el socialismo. Los mejores jefes de la clase obrera, íntimamente unidos al pueblo y que dirigen acertadamente la lucha de los trabajadores por sus vitales intereses y sus ideales, cumplen una señalada misión en la historia y se hacen acreedores al amor del pueblo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario